Amigas y amigos:
Les presentamos este articulo de Fabían Frias,
Ajq´ij maya k'iche´ de Nahualá y que actualmente radica fuera de Guatemala,
pero siempre en el área mesoamericana.
El Tata Apab'yan
Tew (su nombre Maya) caminante de la espiritualidad desde hace más de 30 en su
trabajo espiritual primero como "sobador de Huesos" (una especialidad
de la medicina maya), y luego como Ajq'ij, caminando en el acompañamiento de
personas en diversas áreas como en la psicología maya y propiamente
desde el ámbito espiritual. El Tata tiene una vasta experiencia que solo los años
en este sagrado camino da.
Nos presenta un relato de su contacto con diferentes expresiones de la
espiritualidad; lastimosamente no siempre son buenas; en este relato les invito a que se se metan en la escena que está basado en un suceso
real, por inverosímil o disparatado que parezca.
Que disfruten la lectura.
Equipo de Espiritualidad
Maya de Guatemala
Qachak Qapatan
Ri qab’antajik
Ajq’ijab’
Nab’e.
Hace varios años,
cuando aún solía atender invitaciones de parte de grupos dedicados a la ‘espiritualidad’
-grupos en realidad urbanos y conformados por personas de distintas
‘tradiciones’ y corrientes, profesiones y edades-, recibí una carta muy amable
donde se me hacía partícipe de un evento extraordinario.
Papel fino,
impecable impresión. Decía allí que ‘Jefes y Autoridades de distintas naciones
indígenas’, se reunirían en cierto lugar ‘energético’ para hablar de cosmovisiones nativas y ‘unificar’ entre
todos, un criterio de acción para desarrollar estrategias de lucha que, como
hermanos e hijos del Sol, se debían emprender ya, en contra del embate nocivo
de las sociedades industrializadas. Sí, he de decir que me extrañó un poco la
afirmación de ‘hijos del Sol’ y también, otro tanto, me extrañó la lectura de
que ‘Jefes y Autoridades’, cuya identidad no aparecía en ningún lado, iban,
esta vez sí, a hablar a nombre de su pueblo.
“Los fondos
recaudados serán donados a pueblos indígenas”.
Cosmovisión.
Dondequiera se escucha ahora, cosmovisión. Está en todas partes cuando se habla
de los Maya. Cuando se habla de las naciones originarias. Cuando se habla de
profetas y jefes ancianos, líderes, actores activos o pasivos a los que no se
les ha dado la oportunidad de hablar cabalmente. Cosmovisión suena grave.
Latente. Es una palabra que parece venir acompañada de historias de fundación y
sonajas y tambores y piras ceremoniales con espíritus rondando y hablando sólo
a los elegidos para transmitir un mensaje trascendental. ‘Cosmovisión indígena’,
ahora, llena foros enteros.
Inmediatamente
decliné, rechacé la invitación telefónicamente. Recibí otra carta por
mensajería privada, sólo unas horas después. “Necesitamos la voz de los Mayas”,
insistía. En fin, me la creí. Aún ahora, tiempo después, no tengo nada en
contra de nadie y cada acto posible, en la interacción humana, podría ser un
nodo nuevo de entendimiento global y un nodo nuevo encaminado a distintos
propósitos, sean estos personales o, lo mejor, interpersonales. Cándido,
neutro, asistí.
No diré dónde ni con
quienes estuve.
El amanecer fue
espectacular como lo son todos y ya, antes de la salida del Sol, cantaban y
hablaban y murmuraban los hermanitos, muchos ellos, en las ramas de un árbol pequeño
que estaba localizado exactamente atrás de donde se me había hospedado. A mí me
tocó estar en el ala sur de una construcción. Un ala que pertenecía a una
inmensa construcción hecha en el medio del desierto. Hacía frío allí pero ni a
mí ni a los pajaritos del árbol, ni a los cocineros ni ayudantes, nos había
importado lo mínimo. Algo sí me extraño, ¿dónde habían hospedado a los ‘Jefes y
Autoridades’? Evidentemente, tenía ganas de dialogar ampliamente con ellos.
Debo aclarar acá
que, cuando llegamos todos, horas atrás, nadie pudo ver gran cosa y realmente nadie
pudo verse del todo. La llegada de la noche nos había impedido hacer salutación
alguna. Una tercera carta, entregada al momento, nos indicaba dónde debíamos
pernoctar. Seguí las instrucciones que se asignaron y, por educación, no hice
ya nada más. En mi habitación, limpia, sencilla, abrí mi maleta y agradecí por
mi camino y buen arribo antes de dormir.
Eso sí, con muy poca
luz, cuando llegué, calculé la dimensión de las distintas áreas. Había una como
casa central, una como cabaña, una como construcción de madera muy bien hecha
ella y muy como en el centro. Desde allí y sirviendo como eje central, había un
ala norte, un ala sur y se notaba un espacio extra, muy, muy hacia atrás, que parecía
servir de bodega.
Salió el Sol. Gran Padre.
En medio de un desierto, comenzaba a ser difícil pensar que nos cobijaba, de
cierto, nos abrasaba. Cada uno de sus bigotes nos tocaba muy fuerte y miré que
a todos, menos a mí, les incomodaba. Había, en la gran explanada de la construcción
del medio del desierto, pocos árboles donde mantenerse en sombra. Allí quizá, podría
encontrar a los posibles jefes y autoridades pero había que respetar una agenda
y un plan y un programa a seguir. Así que no pregunté nada.
Llegó la hora. Salió
la mayoría de la gente de su refugio y, para gusto de la presentación, grandes
nubes comenzaron a arremolinarse encima de nosotros. Eran nubes enormes pero
algo dispersas que, con un poco de Viento alto, comenzaron a juntarse. Como que
platicaban entre sí y se unían, cada vez más, para escucharse mejor. Horas
después del discurso de bienvenida, las nubes ya estaban bien juntitas, ya eran
una sola masa uniforme que comenzaba a oscurecerse como si su plática, en sí,
fuese un gran secreto.
Finalmente
presentaron a los jefes y autoridades -a la fecha, no sé de donde llegaron. Native indians, se recalcó. Uno a uno,
menos el Maya en medio de la multitud, hablaron de su causa, de sus cosas.
Citaron saber a quién, a saber quiénes y a saber a cuántos pero, arriba, en las
nubes, ya se había gestado una tormenta.
Va a llover, sentí.
Va a llover bien fuerte.
Siguieron los
discursos. Comenzó a hablar el Cielo pero nadie le prestaba atención. Palabras
de amor y virtud, eran más fáciles de entender y desatender allá, en el podio. En
el Cielo, serpientes estelares iban y venían del sur y hacia el norte pero sólo
se veía su luz, no había nada más. Estaba todo en silencio.
Tocó finalmente, mi
turno. Ya los jefes y autoridades estaban cansados, ya todos con hambre. Ya
todos en desolación e insolación después de escuchar duro y dale que sí, que
sí, que hay que luchar, que sí, que sí, que hay que unirse, que sí, que sí, que
hay que pensar que todos somos hermanos, que sí, que sí, que se debe construir
un mundo mejor.
Habló el Cielo antes
que yo y antes de que me dieran un micrófono. En el medio del chaparral
desértico, una voz fuerte, grave y metálica que hizo vibrar la Tierra, cayó
cerca de nosotros, atrás de nosotros todos. Desde allí mismo, un Viento suave
comenzó a surcar entre los matorrales cercanos. Repentinamente la luz del día no
era la misma. La Tierra no era la misma. Los hermanitos, presentes desde el
amanecer, ya no cantaban, ni hablaban ni murmuraban, ni siquiera habían volado
cerca desde horas atrás.
Y entonces, la
presentadora del programa dijo apresuradamente a los jefes y autoridades,
emplumados y barbudos, kaxlan y ladinos en sí: -ha llegado hasta
nosotros, por primera vez, la Palabra de un gran jefe Maya. Ha llegado hasta
nosotros, la Palabra de un representante de una gran nación que nos ha dado las
más claras profecías. ¡Uff!, -hasta ahora lo decís, pensé y me recriminé. Ella
hablaba con ganas de acabar pronto ya que la lluvia comenzaba a caer con gotas
cada vez más grandes. -Ha llegado para hablarnos, ¡un gran indigente Maya!,
gritó con euforia.
¡Un gran indigente
Maya!, repitió, como esperando aplausos.
Una persona del staff, sorprendida, le corrigió
soplándole en la oreja: -no se dice indigente, se dice indígena. Y, para
sorpresa de algunos, iniciadas e iniciados y seres de luz, chamanes y sanadoras,
la presentadora respondió muy enojada por haber sido corregida: -y qué, ¿no es
lo mismo?
…
La lluvia antes
tímida, ahora llegó acompañada de fuertes ráfagas de Viento y polvo y luz en
violencia. Comenzaron a inundar todo posible espacio, quisieron y se dieron la
gana de colar en toda ropa ceremonial, en toda pluma, en todo exótico tocado.
Volaron y trastocaron todo cuanto pudieron y empujaron, a jefes y autoridades kaxlanes y ladinos maquillados de indios, hacia muchos refugios. Eso sí, ellos,
por indicación de una carta especial reservada a los ‘principales’, no osaron
irse hacia la cabaña central, no al epicentro del centro, centro. No al núcleo.
Allí se estaba contando la plata.
El indigente e
indígena Maya -que para ellos vino
siendo lo mismo-, dejó el micrófono de lado. No tenía caso. No había con quién
hablar, ya se habían ido todos. De viva voz y desde mi cosmovisión, me tocó
agradecer el momento, la Luz y la Oscuridad intermitentes. El Viento y la
Tormenta. El Viento y el Frío, la Nube y la Neblina que nos hacen siempre
posibles.
-Maltiöx b’a la
KajUlew, ‘gracias a usted CieloTierra’, dije en voz alta. Y esa fue toda mi
participación. A la mañana siguiente, partí por mi propia cuenta.
Ajq’ij Apab’yan Tew
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Apab’yan Tew
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