Espiritualidad Maya de Guatemala

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¡En verdad os damos gracias dos y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra. Os damos gracias, pues, por habernos creado, ¡oh Creador y Formador!, por habernos dado el ser, ¡oh abuela nuestra! ¡Oh nuestro abuelo!, dijeron dando las gracias por su creación y formación.

Popol Wuj

Las opiniones vertidas son responsabilidad de los autores.


domingo, 30 de octubre de 2011

Día de la raza

Que tal amigos, les presento este artículo que gentilmente me envía Jaime Fernando Gutierrez Mejía. Espero que sea de su agrado, atente y crítica lectura. Saludos.

Día de la raza
Por: Klaus Ziegler

Ha sido tradición en Occidente erigir monumentos a sus peores genocidas, y conmemorar con marchas, desfiles y descargas de fusilería sus más horrendos crímenes.

Dramaturgos, pintores y cineastas han rendido culto a Julio Cesar, a Alejandro Magno, “el bárbaro de Macedonia”, en palabras de Mario Bunge. Pablo Neruda y Nicolás Guillén le cantaron emocionados al monstruo de Stalin. En “Les Invalides” existe un fastuoso mausoleo en mármol rojo en el que se honran  los restos de Napoleón, el más famoso criminal de guerra francés. Y hasta hace poco, cada 6 de agosto, y ante una congregación enardecida, un B-29 piloteado por el General Paul Tibbets recreaba ese día infame en que el Enola Gay dejó caer su carga mortífera, justo encima de un hospital en Hiroshima. La segunda parte del espectáculo, aquella en que miles de japoneses corren sin dirección fija, quemados de pies a cabeza, desnudos, con la piel colgando en jirones, nunca fue tan divertida como para incluirla en la celebración patriótica.
Entre tantas costumbres bárbaras, hay una celebración que deberían ser motivo de reflexión mas no de júbilo: la “Fiesta de la raza española”, hoy llamada “Día de la raza”, en memoria de la hazaña de Colón, y en reconocimiento de “la intimidad espiritual entre la Nación civilizadora y las formadas en suelo americano”. Las connotaciones racistas del festejo serían motivo suficiente para objetarlo, dejando de lado el hecho “insignificante” de que el 12 de octubre señale el comienzo de aquello que el historiador alemán Bruni Höfer llamó el “Reich de quinientos años” de dominación europea.
La aniquilación de las poblaciones americanas constituye un genocidio a escala colosal. No había transcurrido medio siglo después del arribo de Colón a la Española, y ya la isla se veía desolada: cerca de ocho millones de “indios” habían muerto a manos de los invasores, o como consecuencia de enfermedades desconocidas en el nuevo mundo. Y era solo el comienzo. Es imposible estimar cuántos millones fueron víctimas directas de la guerra genocida, de los trabajos forzados, o de las epidemias. El exterminio total sobrepasa los cien millones de seres humanos, según estimativos de David Stannard y otros historiadores. Solo la costa occidental suramericana albergaba más de nueve millones de habitantes poco antes de la llegada de los españoles. Para finales del siglo XVI quedaban menos de un millón; y apenas unas décadas más tarde, 94% de la población nativa había desaparecido por completo. Una catástrofe de proporciones similares ocurría en muchos otros lugares del continente.
Las historias de horror llenarían volúmenes enteros. Uno de los pasatiempos favoritos de los conquistadores españoles era la cacería de indígenas, a cargo de perros entrenados en el destripamiento de humanos. “Leoncico”, la mascota de Vasco Núñez de Balboa, se hizo famosa por arrancarle de un mordisco la cabeza a un cacique en Panamá. Otro cronista narra cómo fueron desmembrados a cuchillo todos los habitantes de un poblado, y cómo el explorador ordenó más tarde que cuarenta personas, entre hombres, mujeres y niños, que habían logrado ocultarse, fueran despedazadas por los mastines del sádico español. Sin embargo, un imponente monumento en la capital de Panamá honra al sanguinario “descubridor del Pacífico”: sobre un globo terráqueo sujeto por cuatro figuras desnudas, Balboa sostiene la bandera de España en su mano izquierda, y empuña en la derecha su espada, que se confunde con una cruz.
Las inenarrables torturas ordenadas por Francisco Pizarro son relatos aislados entre los cientos de atrocidades que conforman esa crónica de horrores que fue la Conquista de América. No obstante, una estatua ecuestre en el centro de Lima honra la memoria del saqueador asesino. Otra estatua, en Medellín de Badajoz, hace homenaje al más ilustre de sus hijos, Hernán Cortez: una imponente figura en bronce muestra al conquistador de Méjico, arrogante, pisando con su pie izquierdo la cabeza decapitada de un azteca. Y el monumento más alto de Argentina rinde homenaje al general Roca, el exterminador de los nativos patagónicos, convertido hoy en héroe de la conquista del desierto.
Para muchos intelectuales, la campaña de aniquilación es solo una exageración grosera, pues los auténticos verdugos no fueron los piadosos conquistadores, sino las epidemias. El testimonio innegable de la crueldad sin par de los españoles se minimiza, o se ignora por completo. El hecho de que pueblos enteros hayan sido esclavizados, torturados o pasados a cuchillo no plantea ninguna dificultad moral. Un reconocido escritor colombiano llegó a referirse a este aterrador período de la historia en los siguientes términos: “Debemos estar agradecidos. Si no fuese por los españoles desconoceríamos el silogismo, a Miguel Ángel y a Botticelli”.
Podríamos hacer un ejercicio kantiano, e imaginar qué habría sucedido si la operación Barbarroja hubiese culminado con el exterminio de los pueblos eslavos. Sin duda, hoy tendríamos una fiesta cada 22 de junio, el “día de la raza alemana”, en memoria del comienzo de las heroicas acciones de la Wehrmacht que llevaron a los pueblos bárbaros la cultura de la “Nación civilizadora”, imitando las palabras de Faustino Rodríguez San Pedro. Como la estatua de Balboa en Panamá, habría otra, quizás en Kiev, la de un oficial de la SS empuñando altivo la bandera de guerra del tercer Reich. Y otra de Heinrich Himmler en Múnich, con su bota sobre la cabeza decapitada de un judío polaco. Y todo ello parecería apenas natural.
En varios países europeos la negación pública del exterminio judío constituye un delito; la del genocidio americano, un motivo de conferencias y homenajes. Si no fuese por un puñado de cronistas fidedignos y de académicos valerosos hoy no conoceríamos las dimensiones reales de la tragedia. Lo que perdura en la mayoría de los textos es la vulgar versión de los vencedores, un insulto a los sobrevivientes del mayor holocausto en la historia humana.
Tomado de:

lunes, 3 de octubre de 2011

PARTES DE UNA CEREMONIA



Por. Kab’lajuj Keme’: Ines Puluc Boror

Primero: Es la preparación del Toj u ofrenda por el Ajq’ij o Guia Espiritual en el altar escogido por ambas partes. Ordena todos los materiales, haciendo primero la cruz encerrándolo en un círculo y las cuatro esquinas con azúcar y luego ordena los materiales, las flores y todas las ofrendas.

Segundo: Se abre la ceremonia preguntando al que ofrece el Toj si tiene algo que compartir o exponer el motivo, o algo que socializar con los presentes.

Tercero: El ajq’ij empieza encendiendo el fuego pidiendo perdón al Creador y Formador por el atrevimiento y el motivo del Toj invocándolo para que se haga presente y reciba la ofrenda que se está dando.

Se invoca al Ajaw con todas sus energías y diferentes nombres para que se haga presente.

Cuarto: Se invoca a las grandes fuerzas, los volcanes, montañas, lagos, mares montes, los altares conocidos y con su energía para que se den cita con su energía a la petición que se está haciendo

Luego se invoca a las abuelas y abuelos a las generaciones a los grandes guías espirituales que ya no están presentes

Se invoca a los hablantes de los diferentes Idiomas Mayas y de Abya Yala

Quinto: se empieza a invocar a los veinte días del calendario sagrado empezando por el día en que se está hasta pasar por los veinte días, es cuando el Ajq’ij va dando los mensajes a la persona que ofrenda lo que las señales de su cuerpo, los movimientos del fuego y las chispas o diferentes manifestaciones del fuego se vayan dando.

Sexto: Al terminar los veinte días si hay fuego todavía se da un tiempo al que ofrenda para que comparta su experiencia en el Toj y si tiene preguntas o dudas.

Séptimo: Se agradece a todas las fuerzas convocadas por la cita que se dieron en el Toj y se les agradece también por los consejos, señales y sabidurías que se compartió en la Ceremonia, se les dice que regresen y que se vayan con cuidado y por parejas.

El Idioma en la Ceremonia.

El Idioma es importante. La riqueza del Idioma es indiscutiblemente primordial en la ceremonia, ya que el guía espiritual utiliza su idioma materno para su comunicación con el Ajaw. Al hacer una ceremonia en castellano, por ejemplo, se pierde mucha la riqueza del sentido de las palabras, pero aquí es donde tiene que entrar la interculturalidad ya que, si no entiende el Idioma del Ajq’ij tendrá que esperar la traducción de los mensajes.

Esto puede ser una invitación muy concreta en aprender un Idioma Maya por su riqueza lexical y la profundidad de las ideas y todo lo que esto trae consigo para poder realmente vivir el momento y la profundidad de la Ceremonia.

No es lo mismo hacer una ceremonia en castellano o Ingles que en un Idioma Maya.

“El Fuego lo consideraban sagrado, porque creían que el fuego servía de comunicación entre Dios y el hombre, por este motivo encendían el fuego por medio de unos panecillos de resina que llaman Pom, pero antes de principiar la liturgia, se hincaban viendo hacia el oriente y besaban al Sol, para lo cual lanzaban la palma de la mano hacia el sol y la regresaban para besar el frente de los dedos; así lo hacían poniéndose hacia los demás puntos cardinales alrededor del altar primitivo.

Hecho esto, encendían la llama y la avivaban echando más pom, candelas, azúcar, chocolate, y a veces bebidas alcohólicas.

En sus plegarias, quejas, súplicas, se dirigían directamente a la llama, porque pensaban que por ese medio de comunicación, Dios oye sus plegarias.

En los ritos solemnes sacrificaban animales como gallos, animales silvestres primero con la sangre, y después se llevaban el cuerpo del animal, lo cocían para la comida.”



La Importancia del Fuego.
El fuego tiene una importancia vital en la vida del hombre y es así como se toma también como vital en la ceremonia. En las culturas antiguas esto es vital también en la Biblia Cristiana el antiguo testamento tiene una importancia vital en la presencia de Yahvé, así como el lugar preferido son las montañas ya que son energéticos.

El Ajq'ij o sea el que trabaja por medio del conteo de los días, es el guía que puede hacer estas ofrendas como intermediario y que según su consagración es la persona que puede y tiene la facultad de leer lo que se va diciendo por medio del fuego, es como un mapa que se le pone en frente del Ajq'ij y que él nos lo va leyendo para que nosotros podamos entender que es lo que nos quieren decir nuestros abuelos acerca de lo que nosotros estamos pidiendo.

Realmente es impresionante como por medio del fuego se van dando los mensajes por medio de la rotación de las lenguas de fuego, por medio del azúcar que se está quemando así como también por medio de chispas que salen en un momento preciso y hay otros muchos signos que a nuestros ojos no son posibles ver, pero que a los ojos del ajq'ij son tan claros, pero esto depende mucho de la disposición de las personas que participan en una ceremonia y principalmente de la disponibilidad del sacerdote y del ayuno y abstinencia que este haya guardado para que todas sus facultades estén a tono y pueda percibir la más leve señal de lo que nos quieren decir.


La esencia de la ceremonia

En ella se transmite la dignidad y la libertad espiritual; se educa con la vivencia, se enseña y se aprende a través del comportamiento; alrededor del fuego ceremonial desaparece la individualidad, emerge lo trascendente como nueva oportunidad para el desarrollo y expansión de la conciencia.

Allí, es donde los mayores observan atentamente el comportamiento de las nuevas generaciones, las que a su vez se preguntan y cuestionan a modo de garantizar el surgimiento de un diálogo colectivo, difícil de olvidar en el transcurso de la vida, porque de ese fuego fluyen los arquetipos concretos hacia el porvenir, hacia lo desconocido, hacia la marcha que ha dejado de ser solidaria con las criaturas para convertirse en unidad con ellas.

Es cuando el tiempo asume la palabra, el pasado cuestiona y alimenta el presente y al futuro; en 260 movimientos, todo mundo se vuelve fuego y tiempo o tiempo y fuego. Entonces resplandecen las más altas sabidurías de la conducta humana y el poder del calendario sagrado se manifiesta, primero en sentimientos, y luego en sabidurías.

La meditación en cada ceremonia no sólo constituye un espacio para la regeneración personal, sino además, asegura el entendimiento de la cohesión del Cosmos y el respeto a la suprema conciencia universal.

Resulta difícil describir el exquisito decorado de los altares, en ellos cobra relieve; los bienes que la naturaleza entrega para vivir, los diseños, colores y símbolos de nuestra vestimenta, así como la personalidad propia de cada paisaje de la aurora o del ocaso que, a los acordes de la marimba, del Tun o la chirimía, únicamente pueden sentirse pero jamás describirse.

El conjunto al revelar pureza, dulzura y santidad, propicia al instante, quizás fracción de segundos, para sentir que la Tierra es nuestra Madre, una madre que palpita, que habla, que canta, ríe, que llora, que exige. Quien llega a sentir este hermosísimo pasaje de la vida, ya nunca más vuelve a ser el mismo de antes: cambia, deja de desear y empieza a sentir.

Por ello, desde aquellos aciagos días hasta el presente, se siguen llevando a cabo las ceremonias, tan sencillas como conmovedoras, del ritual cosmogónico, el cual se engrandece en los escenarios naturales que entretejen, desde el corazón de los cerros, la policromía resultante de árboles, flores y cielo.

Allí al irse quemando, el POM envuelve con sus suaves emanaciones a la concurrencia que lo ve alzarse convertido en la nube simbólica que al tiempo que se expande en el firmamento se confunde con él, al igual que las rogativas y esperanzas de las cuales es portador.

La lógica interna de la civilización mesoamericana le da a las ceremonias el más alto contenido simbólico y durante las largas noches colonial y postcolonial la población Maya en su totalidad ha sido extremadamente cuidadosa al efectuarlas.

Los Abuelos han dejado un extraordinario legado a la humanidad. En éste se sintetiza toda la sabiduría del mundo antiguo: es el instrumento más útil y trascendente, tanto para el ser individual como para todas las naciones, pues nos da la información para el desarrollo completo y armónico.