Amigas y amigos:
Les presentamos la obra de RUDY HAROLDO PEREZ GARCIA, gestor
cultural y que entre sus pasiones está el
componer y escribir cuentos, novelas y artículos además de canciones.
Actualmente está
terminando su obra LA HIJA DEL JADE, en
donde escribe y resalta los valores espirituales indígenas a través de un tema
que puede interesarles a los jóvenes.
Espero que les guste este extracto de la misma, además de
agradecer la confianza que nos tuvo para publicarla en nuestro blog.
Que disfruten la lectura.
Equipo de Espiritualidad Maya de Guatemala
EN
BUSCA DE LA HIJA DEL JADE
Fragmento
La
mirada sincera del sol se proyectaba en las aguas negras del río. Río y sol
bañaban y secaban los pies de la montaña encantada en el verano, pues eran un
claroscuro similar al pensamiento de los campesinos sobre la futura siembra
antes del invierno.
Cuentan
que la montaña estaba poseída por un misterio desde generaciones pasadas.
Aunque ahora “los de arriba” le construyeron una arteria de concreto, aún fluye
la Leyenda
del “Cerro Vivo” en su sangre de clorofila. Extraño que alguien, busque en su
portal mágico la fama y fortuna, aunque sus entrañas, según dicen, todavía esconden amor y dinero.
Hoy
como tantos niños, los cortos años
dirigen a José y María a la escuela. La mañana es de ellos y de sus
sueños para el recreo. Sus risas se olvidan de la contaminación y la
indiferencia, pero no dejan de opacarse con la actitud de las moscas que
pululan también sonriendo, en un hábitat que existe hace algunas tristes generaciones. A ellos los
esperan escuelitas uniformadas sin deportes, pues cuatro piedras como
porterías, servirán para jugar la chamusca de futbol con un balón improvisado.
En forma de golondrinas, sus padres un día los verán partir y buscarán como
tantos, mejores oportunidades. Todavía la adolescencia tendrá regreso a casa.
Cuando se sientan mayores dejarán una lágrima en seres que los aman. La luna y el sol
serán confidentes de una renuncia a su
cultura. Un traje formal o uno casual, amenaza a María y su corte autóctono,
mientras José ya no es el de sombrero…pues ahora su protección al sol será un
reproductor con audífonos, que atraviese los pensamientos con música de
vanguardia…Para ambos el tun y la chirimilla,
tristemente resultarán vergüenzas anticuadas.
Hace
cuarenta años el esqueleto del pueblo estaba completo. Hoy la mano muerta de
una iglesia católica, con sus huesos partidos sobrevive al tiempo y al olvido.
¡Qué
importa!...
Siempre
surgen cosas más importantes. Talvez la vista del recuerdo lo comprenda….
Además,
apenas ayer ni existían iglesias. Tuvo que ser el viento de una invasión
extranjera, la que pretendió hacer desaparecer a los guías espirituales mayas.
Ahora, los domingos están teñidos de una misa o un culto evangélico. La
invocación a las deidades de la virgen naturaleza se quedó como añoranza…
¡Qué
mas da!...
Tristemente
los ritos religiosos son considerados hechicería….Sol, luna, tierra, maíz…no
existen más estelas de piedra.
La
actualidad está apagando las velas de cinco colores… El verde de la madre
tierra y el azul del cielo ya no reconocen su cosmos. El amarillo duda en el
inicio de la vida y la maduración del día. El rojo pareciera que no quiere
enfrentar con fuerza la vida. El blanco lucha por no diluirse en un gris que se
llevaría la conciencia y la paz eterna. La parte dual del día no está
reconociendo en el color negro el silencio y la paz de la oscuridad…
Los
pies hinchados de una Ceiba observan con extrañeza los tacones de María. Sus
hojas curiosas en el parque, también sonríen irónicamente observando los sueños de dos artesanas, que piensan ser
grandes mercaderes. Ambas soñadoras escriben anónimas un tanto más de las Mil y
Una Noches, pues regresaron un lunes al silencioso pueblo con algunos
centavos…Esporádicas comerciantes que resultaron hablando idiomas extraños con
algunos turistas extranjeros.…
El
viento de ausencia con un pasado en ruina recorre las calles hundidas. El río
lejano de ser paisaje, con su color a noche, se lleva en plena luz del día el
futuro de los niños. Sus playas la adornan camiones de basura, que en el motor
llevan inconciencia y en sus carrocerías infinidad de las mismas moscas que se
burlan de la sonrisa de José y María, aprovechan una cruel indiferencia.
Hombres y mujeres pretenden detener con sus manos la fuerza de la resentida y
alterada naturaleza. Un muro de contención que está construido solamente de
ilusiones, deja la clara realidad que al
pueblo la misma tierra se lo está comiendo…
Por
las tardes se divisa a un viejo, esperando a nada y a nadie en un puente
quebrado. Trabajadores municipales con botas de hule luchan por hacer
desaparecer una poza de aguas verdes. El puente se ha estado quejando por las
caries en sus muelas, pues la humedad le ha creado infecciones en forma de
quebraduras. Para el viejo también con problemas en los dientes, el tiempo pasa
y su soledad parece que no quiere beneficios materiales. Quinientos años no han
sido suficientes para vencer sus sueños. Está pensando que algún día le
devolverán esas tierras que saben
curarse y renovarse de tanto maltrato; no piensa en dinero; solamente
pretende seguirle dando gracias a la vida por sus sagrados alimentos.
Es
curioso que los habitantes, desde hace algún tiempo elevan su vista a la
planicie; sospechan que “los de arriba”
traen como en la conquista (invasión), sus caballos de metal y su poder sin
conciencia. Hasta el niño tiene miedo que le invadan su pobreza. El campesino
tendrá que pedir permiso para sembrar sus propias tierras.
Por
la mañana el mismo viejo de la herida tarde, pasa de largo por el puente
quebrado; si no vende su leña no tendrá los frijoles eternos de sus tres
tiempos. Amaneció callado, nostálgico y desvelado por la lucha constante que
tiene contra el gas propano. Los niños volverán a la escuela. Unas velas
apagadas de la legendaria y religiosa invocación antigua poqomam,
esperarán,
esperarán…esperarán…esperarán, que su luz resucite por el respeto que
merecen sus raíces…
La
tierra en mayo contará con la lluvia…probablemente los escasos milpales
escucharán desde muy lejos el suspiro del dios del maíz.
Nunca
me expliqué…
-
Decía
doña Patrocinia-
¿Por
qué aún se escucha el Tun arriba en las montañas?
Su sonido suena con el eco de la
memoria, mientras el viento quisiera devolverle su alma, su tiempo y su
espacio. Repite, repite y repite las mismas melodías con derechos indígenas.
¡No!..El Tun no puede seguir con los
mismos resentimientos. Todavía existe una luz de esperanza; un pueblo que día a
día se levanta y lucha con el sudor de su trabajo, formulando oraciones para
que Dios en el presente o Ajau en el pasado, ambos como uno sólo y dueños
mismos del tiempo, se acuerden de una tierra sufrida…
Su
sonido poqomam no ha muerto, solamente está dormido…
La
mirada sincera del sol se proyectaba en las aguas negras del río. Río y sol
bañaban y secaban los pies de la montaña encantada en el verano, pues eran un
claroscuro similar al pensamiento de los campesinos sobre la futura siembra
antes del invierno.
Cuentan
que la montaña estaba poseída por un misterio desde generaciones pasadas.
Aunque ahora “los de arriba” le construyeron una arteria de concreto, aún fluye
la Leyenda
del “Cerro Vivo” en su sangre de clorofila. Extraño que alguien, busque en su
portal mágico la fama y fortuna, aunque sus entrañas, según dicen, todavía esconden amor y dinero.
Hoy
como tantos niños, los cortos años
dirigen a José y María a la escuela. La mañana es de ellos y de sus
sueños para el recreo. Sus risas se olvidan de la contaminación y la
indiferencia, pero no dejan de opacarse con la actitud de las moscas que
pululan también sonriendo, en un hábitat que existe hace algunas tristes generaciones. A ellos los
esperan escuelitas uniformadas sin deportes, pues cuatro piedras como
porterías, servirán para jugar la chamusca de futbol con un balón improvisado.
En forma de golondrinas, sus padres un día los verán partir y buscarán como
tantos, mejores oportunidades. Todavía la adolescencia tendrá regreso a casa.
Cuando se sientan mayores dejarán una lágrima en seres que los aman. La luna y el sol
serán confidentes de una renuncia a su
cultura. Un traje formal o uno casual, amenaza a María y su corte autóctono,
mientras José ya no es el de sombrero…pues ahora su protección al sol será un
reproductor con audífonos, que atraviese los pensamientos con música de
vanguardia…Para ambos el tun y la chirimilla,
tristemente resultarán vergüenzas anticuadas.
Hace
cuarenta años el esqueleto del pueblo estaba completo. Hoy la mano muerta de
una iglesia católica, con sus huesos partidos sobrevive al tiempo y al olvido.
¡Qué
importa!...
Siempre
surgen cosas más importantes. Talvez la vista del recuerdo lo comprenda….
Además,
apenas ayer ni existían iglesias. Tuvo que ser el viento de una invasión
extranjera, la que pretendió hacer desaparecer a los guías espirituales mayas.
Ahora, los domingos están teñidos de una misa o un culto evangélico. La
invocación a las deidades de la virgen naturaleza se quedó como añoranza…
¡Qué
mas da!...
Tristemente
los ritos religiosos son considerados hechicería….Sol, luna, tierra, maíz…no
existen más estelas de piedra.
La
actualidad está apagando las velas de cinco colores… El verde de la madre
tierra y el azul del cielo ya no reconocen su cosmos. El amarillo duda en el
inicio de la vida y la maduración del día. El rojo pareciera que no quiere
enfrentar con fuerza la vida. El blanco lucha por no diluirse en un gris que se
llevaría la conciencia y la paz eterna. La parte dual del día no está
reconociendo en el color negro el silencio y la paz de la oscuridad…
Los
pies hinchados de una Ceiba observan con extrañeza los tacones de María. Sus
hojas curiosas en el parque, también sonríen irónicamente observando los sueños de dos artesanas, que piensan ser
grandes mercaderes. Ambas soñadoras escriben anónimas un tanto más de las Mil y
Una Noches, pues regresaron un lunes al silencioso pueblo con algunos
centavos…Esporádicas comerciantes que resultaron hablando idiomas extraños con
algunos turistas extranjeros.…
El
viento de ausencia con un pasado en ruina recorre las calles hundidas. El río
lejano de ser paisaje, con su color a noche, se lleva en plena luz del día el
futuro de los niños. Sus playas la adornan camiones de basura, que en el motor
llevan inconsciencia y en sus carrocerías infinidad de las mismas moscas que se
burlan de la sonrisa de José y María, aprovechan una cruel indiferencia.
Hombres y mujeres pretenden detener con sus manos la fuerza de la resentida y
alterada naturaleza. Un muro de contención que está construido solamente de
ilusiones, deja la clara realidad que al
pueblo la misma tierra se lo está comiendo…
Por
las tardes se divisa a un viejo, esperando a nada y a nadie en un puente
quebrado. Trabajadores municipales con botas de hule luchan por hacer
desaparecer una poza de aguas verdes. El puente se ha estado quejando por las
caries en sus muelas, pues la humedad le ha creado infecciones en forma de
quebraduras. Para el viejo también con problemas en los dientes, el tiempo pasa
y su soledad parece que no quiere beneficios materiales. Quinientos años no han
sido suficientes para vencer sus sueños. Está pensando que algún día le
devolverán esas tierras que saben
curarse y renovarse de tanto maltrato; no piensa en dinero; solamente
pretende seguirle dando gracias a la vida por sus sagrados alimentos.
Es
curioso que los habitantes, desde hace algún tiempo elevan su vista a la
planicie; sospechan que “los de arriba”
traen como en la conquista (invasión), sus caballos de metal y su poder sin
conciencia. Hasta el niño tiene miedo que le invadan su pobreza. El campesino
tendrá que pedir permiso para sembrar sus propias tierras.
Por
la mañana el mismo viejo de la herida tarde, pasa de largo por el puente
quebrado; si no vende su leña no tendrá los frijoles eternos de sus tres
tiempos. Amaneció callado, nostálgico y desvelado por la lucha constante que
tiene contra el gas propano. Los niños volverán a la escuela. Unas velas
apagadas de la legendaria y religiosa invocación antigua poqomam,
esperarán,
esperarán…esperarán…esperarán, que su luz resucite por el respeto que merecen
sus raíces…
La
tierra en mayo contará con la lluvia…probablemente los escasos milpales
escucharán desde muy lejos el suspiro del dios del maíz.
Nunca
me expliqué…
-
Decía
doña Patrocinia-
¿Por
qué aún se escucha el Tun arriba en las montañas?
Su sonido suena con el eco de la
memoria, mientras el viento quisiera devolverle su alma, su tiempo y su
espacio. Repite, repite y repite las mismas melodías con derechos indígenas.
¡No!..El Tun no puede seguir con los
mismos resentimientos. Todavía existe una luz de esperanza; un pueblo que día a
día se levanta y lucha con el sudor de su trabajo, formulando oraciones para
que Dios en el presente o Ajau en el pasado, ambos como uno sólo y dueños
mismos del tiempo, se acuerden de una tierra sufrida…
Su
sonido poqomam no ha muerto, solamente está dormido…
RUDY HAROLDO PEREZ GARCIA
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